domingo, 10 de octubre de 2010

Tan guapa como siempre

Llegó mi gran día. Hoy celebro una fiesta muy especial en la que no pueden faltar familiares, amigos y conocidos. Van a estar todos, ninguno de ellos quiere perderse esta fecha tan importante para mí.
Para este gran día no puedo aparecer con cualquier cosa, así que mis padres han decidido ponerme en manos de un estilista que se encargará de peinarme, maquillarme y elegir el vestido que mejor me luzca.
Tras varias horas interminables de estilismo salgo a la calle, y como si de una princesa me tratase me espera un mercedes a manos de un apuesto conductor que me llevará al lugar de encuentro.

Bajo del coche. Todos permanecen expectantes.
Por fin estoy aquí rodeada de mis seres queridos, pero yo como de costumbre estoy sumergida en mi mundo de fantasía, un mundo que me aleja de la realidad. Mi entrada triunfal no ha conseguido que descienda de mis nubes de algodón.
Por momentos puedo apreciar como murmullan los aquí presentes pero sin llegar a entender el mensaje. Soy una mosca en un enjambre de abejas, observo nerviosa mientras todos danzan a mi alrededor al compás de la misma sinfonía; parecen conspirar contra mí, o quizás me tengan preparada una gran sorpresa.
Es extraño, todos tienen la mirada perdida, si acaso triste. Sin embargo, yo desbordo felicidad a mi manera, estoy en armonía. A pesar de permanecer en mi burbuja me alegro de poder saludarlos uno por uno, pero faltan las sonrisas a las que me tienen acostumbrada, sólo veo rostros inertes en cada uno de ellos. La última en saludar es mi querida madre.
- Tan guapa como siempre. – Me musita al oído mientras roza mi frente con su mano.

De repente, gritan mi nombre. Me comienzan a colmar de flores, ¡muchas flores! Siguen llamándome. No he ganado ningún concurso, no es mi cumpleaños, no es el día de mi boda ni mi despedida de soltera, es mi funeral.
...

- ¡Ten cuidado, no vayas a correr con el coche! – Me advirtió ayer mi madre. 
Ni le contesté. Tenía prisa, llegaba tarde al trabajo y no me apetecía escuchar sus paranoias.
Llovía demasiado y yo conducía a gran velocidad. La niebla dificultaba mi visión de la carretera y quizás la gravilla del asfalto ayudó al trágico final. Segundos después vi mis gafas rotas a veinte metros de distancia. Mis manos se tiñeron de un rojo azabache. Sentía púas en mi rostro, y entonces solté una lágrima, ni tan siquiera la escuché. Cerré los ojos y caí en un sueño eterno.

3 comentarios :

  1. Muy muy interesante, fluido e inquietante. ¿Cómo se te ocurrió?

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  2. Pues me imaginaba que era yo, que moría en un accidente de coche, pero quería comenzar la historia x el final, y hacer que pareciese una fiesta de princesa xD para luego llegar al ultimo párrafo y zas!!!! :)

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  3. Me gustaría escribir algo contigo ;)

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